miércoles, 16 de febrero de 2011

LA PAZ INEFABLE DE DIOS


   
Hola Dios...

Gracias por la nueva razón del  porque ahora vivo, para llegar a amar como tú lo haces, eso se hará algún día, es tu promesa....

Para aprender a amar a los que están en las calles como tú los amas...
AMAR a los olvidados,  a los contaminados; usarás la sangre de tu hijo Jesús para limpiarlos de todo...

Tengo plena confianza en ti, mi Dios, el mismo Dios de Daniel, el del foso de los leones, al que le enviaste un ángel de luz para cerrar la fauces de hambrientos  leones; Tú, el mismo Dios que acompañó a Nehemías en el muro, el mismo que perdonó a David…

Sé  que veces te fallamos. Pero nos levantas,  en tu vuelo poderoso de gran águila real, llevándonos a lugares inimaginables... inimaginables... el paraíso de tu paz, como este lugar.

Tu paz, la cual describes como una paz inefable; es decir, que no se puede expresar con palabras ni con el el diccionario mas diccionario, una paz que se habla con otro idioma, con tu idioma, el de tu amor eterno y perfecto, el siempre...

Gracias! muchas gracias... por ser de tus favoritos...

Allí, en tu gran carpeta de nombres, allí está grabada la evidencia de un Dios como tú, del único que supo llevar a Jacob a cambiarle el nombre, el único que pudo llevar a Jonás a sacarlo del gran pez... el único que pudo a Eliseo darle la doble unción...

Dios, gracias por estar aquí conmigo en medio de este desierto de esta parte del globo, desierto color café claro...

Gracias porque entiendo que no se necesita ir a un instituto bíblico para saber lo que harás con nuestras vidas con nuestro gran pastor, tu hijo Jesús...

Gracias por tu sabiduría, llega aquí a este santo lugar por medio de maestros, maestros de la calle... tus hijos amados... los de la calle, ellos, los que llegan con la sabiduría bajo sus brazos, sabiduría aprendida bajo el puño de tus estrellas, bajo el baño de tu sol. 

Ellos, los olvidados, los de grandes historias, historias fascinantes, como las tuyas, llenas de lucha, llenas de esperanza, sabiduría urbana, sabiduría callejera, sabiduría aprendida a la sombra de un bote de basura y como silla una pila de despostillados ladrillos y de mesa usan un pedazo de madera de un vieja puerta, allí, en donde te comparten, ellos saben de ti, de tu nobleza, de siempre tener un emparedado, un amigo...

ASI ES... LOS DE LA CALLE, LOS OLVIDADOS, LOS PERDIDOS,  a los que según el mundo se les acabó el camino... pero para ti no, señor Dios, para ti no!... Allí estabas tú, para que con tu enorme amor de la gracia les reiniciaras la vida...

Para amarlos, para ser tus favoritos... Gracias Dios... Dios de amor.



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